Por: Freddy Bobaryn
Politólogo
El británico Mark Fisher en su libro titulado “Realismo Capitalista” dice: El problema actual de las izquierdas no reside solo en su incapacidad para llevar adelante proyectos transformadores, sino en su incapacidad para imaginarlos. (Fisher, 2017), Slavoj Zizek va más allá y dice que “Todos somos Fukuyamistas”, haciendo referencia tanto a la izquierda como a la derecha.
Hablamos de una parálisis de la imaginación, de la creatividad, se trata de un tema estructural que ha desbordado por igual, tanto a la izquierda como a la derecha. Este bloqueo de la imaginación ha llegado a tal punto que toda idea de futuro, hoy se conjuga en pasado. En ese marco un tanto crónico se ha impuesto una narrativa, anclada en la nostalgia de “retro-utopías” propias de la primera etapa del proceso de cambio, que funcionaron en su momento pero que ya dejaron de tener tanto vigencia como validez, en Bolivia.
En este contexto, lo más sencillo será inocular el miedo, fundamentalmente en lo que se refiere a exacerbar el miedo al futuro, más aún, sí hablamos de un futuro disruptivo ajeno al de las actuales élites de poder. La falta de claridad respecto a la definición política necesaria para dotar de certidumbre a las diversas estructuras que apoyan al bloque liderado por el Presidente del Estado, está provocando una angustia que se transversaliza a toda su base de apoyo, incluidas organizaciones sociales, que podría desencadenar en resistencias, retroalimentando las turbulencias de fin de ciclo.
Un espacio de antaño llamado izquierda
En Bolivia tenemos una izquierda que ha envejecido mal, se trata de un espacio de antaño llamado izquierda, que ha vaciado el contenido ideológico de su proyecto político y con ello la capacidad de representar el horizonte de época. Esta se esfuerza por mostrar el futuro como una amenaza, donde lo más seguro y sensato pareciera ser defender y administrar lo qué hay, instituciones hechas a imagen y semejanza del jefismo. La alternativa requiere una dosis de ingenio, creatividad pero fundamentalmente osadía, para lograr disputar el sentido común del mundo que viene, esta gran faena tendrá que despojarse viejos complejos y reivindicar nuevamente la incorrección política como instrumento de lucha, porque al mantenernos en el círculo de confort –que da estar en el gobierno-, pareciera que le hubiéramos regalado a la “derecha” aquel instrumento que en otrora nos dotó identidad. Resultará interesante analizar cómo es que la izquierda se fue autorelegando hacia un espacio conservador, propio de un stablishment políticamente correcto. Sí no recuperamos la incorrección como arma y herramienta revolucionaria, la derecha lo hará, en un formato innovador, valiente y sin pelos en la lengua.
Entonces, la corrección de la vieja política se ha convertido en un lastre y en un corsé que determina sobre lo que la gente puede pensar, decir y hacer. Una ortodoxia cimentada en 17 años que se impuso en base a una fuerte superestructura ideológica. Necesitamos reinventar el espacio dejado por esa paleo-izquierda marxista-leninista-comunista-linerista, hacia un neo-endogenismo desacomplejado, transgresor, inconforme con estilo fresco, desenfadado y disruptivo, hablamos de nuevas formas interpelantes de acercamiento a espacios: urbanos, rurales, collas, cambas, feministas, juveniles y LGTBIQ+.
Vientos de cambio y renovación
Los prosélitos del jefismo fracasarán en su pretensión de clausurar el futuro. Su impronta disociativa a toda acción transformadora, les ha valido que la oferta discursiva de esta paleo-izquierda pierda su atractivo. Está claro que el pueblo boliviano se tendrá que rencontrar con una vieja disyuntiva y elegir entre el cambio o el autoritarismo. Hoy todo es más confuso, porque las grandes ideas, sus ideólogos, y los grandes relatos ya no están disponibles al haber perdido vigencia. El mapa ha cambiado (Bolivia), así como las coordenadas orientadoras de certeza y nuestra brújula (el gobierno) se ha desimantado, perdiendo su capacidad de marcar el norte.
Si nos detenemos a observar el concierto internacional, pareciera que la transgresión ha cambiado de bando. Hoy es la derecha la que dice las cosas como son, en nombre del pueblo, mientras que la izquierda se ha convertido en expresión de un stablishment alter ego del status quo. Entonces dejamos que sea la derecha quien venga a revolucionar mientras la izquierda plantea mantener los privilegios vigentes. ¿Quién vendrá a patear el tablero de un modelo que necesita ajustes y reformas estructurales? Hablamos de la segunda etapa de construcción de lo plurinacional y del proceso de cambio.
Hoy, después de más de 3 quinquenios, vivimos un momento de expansión acelerada, de demandas insatisfechas, en términos de Ernesto Laclau y Chántal Mouffe, este contexto solo debilita la hegemonía dominante. Entonces se hace preciso reorganizar nuestro sentido común, en torno a un nuevo modelo de mundo posible, donde el agonismo también se reivindique como nuevo instrumento.
Últimas reflexiones
Necesitamos recuperar la iniciativa, revisar de manera amplia los presupuestos y “verdades” heredadas, para identificar aquello que esta bien y aquello que requiere ajustes de fondo, recuperar la capacidad de imaginar, abrir espacios para la creatividad y perder el miedo a equivocarse.
Para ganar se hace imprescindible la defensa a ultranza de posiciones “principistas”, más aún en un mundo de “pensamiento débil”.
La crisis puede volvernos peores, no necesariamente mejores. Después del golpe se ha perdido mucho tiempo, los hechos nos muestran que la corrección política nos ha jugado y nos juega en contra, el abuso en la utilización de eufemismos, la tibieza, el evitar mojarse -tomar partido-, el intentar caer bien a todos, difumina la claridad ideológica de cualquier proyecto político y genera una ralentización en el proceso de toma de decisiones por temor a equivocarse. En un mundo incierto, el futuro aparece más como una amenaza que como territorio para las utopías.
Necesitamos sincerarnos, la izquierda se ha aburguesado y no lo reconoce, la realidad cruje, cada vez que la impostura nos hace decir cosas que no se pueden sostener frente al espejo de la historia. La vieja izquierda se ha convertido en incoherente capitalista pro-mercado, mientras divagan en discursos que “promueven diálogos” exaltando a Marx y Lenin. Necesitamos un nuevo sustento ideológico, que refleje el genuino sentir del pueblo, que se construya de abajo hacia arriba y fundamentalmente que posea identidad.
¡Hermanos! les invito a renovar nuestro entusiasmo y dar rienda suelta a nuestra imaginación porque las turbulencias de fin de ciclo, nos regalan la certeza de que un nuevo tiempo está a punto de llegar y con él la posibilidad de obtener las respuestas para instalar una nueva versión 2.0 en la construcción del Estado Plurinacional.