La indignación crece, pero también la memoria

Hay lecciones sobre la deposición de presidentes bolivianos, de diferente signo ideológico, que nos dejaron lecciones imprescindibles, más aún con el ejemplo de un Andrés Manuel López Obrador, tan presente en las elecciones presidenciales de México.

El demoautoritarismo significa que vivimos en una democracia, que se siente cada vez más vacía y crecientemente autoritaria. La ideología es la misma, el partido es el mismo, las organizaciones son las mismas, los banqueros y empresarios son los mismos y parece que estamos perdiendo las cosas, que genuinamente pertenecían al cambio y eran diferentes.

Una democracia donde la idea de la “unidad” significa “tienes que pensar como yo” y, si no piensas como yo, “estás rompiendo la unidad”; donde la idea de constitución es “me paso por los huevos la constitución, si no responde a mis intereses”, “no vengas a cuestionar nada porque eres un traidor, libre pensante; además, esto siempre ha sido así, sino pregúntale al Evo”; donde la idea de participación significa “vota cada cinco años y ni te atrevas a revisar mi oferta electoral o lo que te prometí, para que me dieras tu voto”.

Ni hablar de la democracia interna (primarias) dentro de los partidos. “¿Quién nos obliga a cumplir la ley de Partidos? Elegimos entre cuatro paredes, los dueños del partido y listo”; entonces, ni hablar de que las mujeres tengan el espacio paritario que les corresponde.

El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) es un supra poder que está por encima del bien y del mal, puede violentar la independencia de poderes e invadir las competencias constitucionales que supuestamente tienen que precautelar, además de ser serviles al poder de turno. Con mucho mérito, se han convertido en los mercenarios modernos, que trabajan según la paga del señor feudal que requiera tan cualificado servicio. Lo mismo sucede en todo el Órgano Judicial, que sin pudor representan la típica escena de burdel, donde escoges a jueces y fiscales, en función al deseo de quien le alcance la billetera para pagar sus servicios.

Pronto, cuando nuestros pueblos digan que tienen hambre, la élite que usufructúa el poder les dirá: “no hay inflación, no hay devaluación y no hay un mercado negro de dolares”, “no se metan en política, que todo es una belleza”; y así, con una sonrisa bonachona, pretenden que se nos pase esa bronca, de a quien le mienten en la cara.

Por ejemplo, hace unos días se dio a conocer que la AGETIC arrendó una oficina y contrató 25 consultores para el manejo de un sistema de Derecho Reales, por un monto de Bs 687.665. El problema no es que exista malversación de fondos, al haber ejecutado dineros del Estado antes de que se apruebe el D.S., o que nuevamente se instrumentalice al TCP para que diga lo que el Gobierno quiere y posteriormente abroguen el D.S. 

El problema de fondo es que el Órgano Ejecutivo no puede suplantar las competencias de otras entidades del Estado. Debido a que Derechos Reales está en custodia y administración del Órgano Judicial, el que tiene que hacer las licitaciones y contrataciones no es la AGETIC, que depende del Ministerio de la Presidencia, sino, el Órgano Judicial.

Si les soy sincero, realmente no me preocupan quiénes se pasan por los huevos la constitución, sino, me preocupa el pueblo porque hemos olvidado que una vez no tuvimos miedo. Un 17 de octubre del 2003, el pueblo alteño se volcó a las calles para echar a Gonzalo Sánchez de Lozada de la Presidencia; y un 11 de noviembre de 2019 el pueblo movilizado a nivel nacional echó de la Presidencia a Evo Morales Ayma y, ante el golpe de Estado de Jeanine Áñez, nuevamente el pueblo salió a defender la democracia. 

Pronto el miedo cambiará de bando, porque ya hemos empezado a perder el miedo, y por supuesto que tenemos memoria.